viernes, 16 de mayo de 2008

Las cosas de la vida moderna.

En mi familia no había jugadores empedernidos. Eso me sirvió para darme cuenta de cuanta mala leche pululaba por el mundo. A veces, y no pocas, tenía que sacarme las castañas del fuego en Times New Roman, cosa que odiaba bastante, pues yo era más de conquistar el mundo en Helvética.

Aprendí bastante tarde, a eso de las 12:00, que la vida es esa cosa que a veces te da por detrás en una rotonda, y que casi sin darte cuenta te roba la cartera en la parada del autobús, esperando al 29, mientras degustas un maravilloso bocadillo de algo que se asemeja bastante a al jamón, pero que si lo observas de cerca puedes incluso darte cuenta que no lo es.

Cosas de la “nobel cousin”, o como demonios se escriba y como coño se pronuncie…

Tuve un tío afilador. No lo elegí, él ya estaba allí antes de yo nacer. Creo que incluso antes de nacer él mismo. No hacía otra cosa que afilar. Afilaba cosas inafilables, deformación profesional que le dicen.

Me afiló uno de esos bocadillos, un día, y al día siguiente me afiló la personalidad. No recuerdo el día exacto, lo que sí recuerdo, como si de una de esas películas de Sam Peckimpah se tratase, es que tuve ganas de casarme con alguna moza de rechonchas nalgas. No duró demasiado, las ganas digo.

Ya que no conocía a ningún jugador empedernido, pero sí afiladores varios, o uno, no me dio por la ludopatía. Sí por las navajas suizas, y checoslovacas.

Las utilizaba como calzo para la cama, un uso que daba a navajas y libros, depende del mes. Tampoco leía demasiado. Es más, no sabía distinguir entre navajas y libros. Es más, incluso leía navajas. Una vez maté a mi vecino asestándole un librazo en el pecho. No sangró nada.

Soy más de esperarme a las películas. Sin son de navajas o derivados mejor. Las de Chuck Norris, cuando sale con una navaja, o leyendo un libro, o rajando un libro con una navaja, o librando a una navaja de un libro, o leyendo un libro a un indio navajo mientras le enseña la navaja.

Es lo que tiene Chuck Norris, puede hacer de todo, menos comedias románticas con navajas.

Una vez vi un indio de lejos. Bueno, fue en una película. Pero la película sí que la vi de lejos.

Fue en un cine al aire libre, de esos de “filmoteca”, en los que ves la película sujetándote la barbilla con el dedo gordo y el de señalar. Con subtítulos en Islandés.

Esa misma tarde me dio un apretón, por cosas intrínsecas de estómagos y kebab.

Me dio un poco de rabia en islandés, no mucha, el islandés no es un buen idioma para la rabia, pero tuve que buscar algún rincón para desahogar las apreturas y perderme el instante en el que el indio declara su amor, en islandés subtitulado, a la dependienta de una tienda de patatas fritas.

Como soy muy de ahora, con estas cosas de Internet y las nuevas tecnologías, la cosa no fue muy física. Más bien digital.

Hace tiempo, cuando la cosa ésta del “efecto 2000”, me hice instalar en el culo un MODEM en interface a una sonda de fibra óptica en conexión directa a un sampler protocelular.

La cosa es bien sencilla. Ya no tengo que ir al baño ni nada.

Me sale todo por la impresora. Fascinante…

2 comentarios:

Moïra dijo...

uff, q bueno. La vedad, me ha encantado el texto,y no lo digo para hacer la pelota, va bien enserio. Hacía rato que no escribías nada!

JackDaniels dijo...

tu no eres humano, no se como se te ocurriran tales genialidades pero tengo k decir k te odio (puta envidia si si)