sábado, 26 de abril de 2008

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Cuando sea mayor quiero ser una de tus mejores lágrimas...

¿Por qué tú has viajado tanto y yo ni siquiera he visitado todas las puertas de mi pasillo?
Quiero que me mandes un beso envuelto el papel de periódico desde donde estés. No importa el lugar, no me lo digas. Lo adivinaré por los titulares.
Me pondré mis mejores gafas para leer tus cartas. Aunque no me mandes ninguna, da igual, me las inventaré. Inventaré que piensas cosas bonitas y que me echas de menos casi todos los días a la hora de merendar. Me inventaré que hoy has llorado un poco porque me echas tanto de menos que te has olvidado de respirar. Pero tranquila, ya respiro yo por ti... o al menos eso es lo que me invento.

Hoy no he visto luz en tu ventana. Ni en la mía. Seguro que estamos jugando a encontrarnos a oscuras y no me acordaba. Ya no me acuerdo de muchas cosas. No me acuerdo de acordarme.
He enmarcado el trocito de suelo donde estuviste la última vez. Si me acerco mucho a las baldosas aún puedo oler el perfume de tus zapatillas de bailarina.
A veces, en los días más claros, casi puedo ver un pedacito de tu sombra. La he repasado con tizas de colores para saber donde está, bueno, y para que no se escape...

Mi abrigo ha llegado a casa llorando. Y mi paraguas. Y mis zapatos. La casa entera está llorando. Puedo ver sus lágrimas a través de la ventana.
¿Se puede llorar tanto como para vaciar el cielo?
Esta mañana he recibido tu último titular. Has olvidado poner el beso. Ya lo pongo yo, o al menos eso es lo que me invento.